SOBRE LA INFLACION RECIENTE

JORGE GONZALEZ IZQUIERDO.

UNIVERSIDAD DEL PACIFICO.

Las cifras de inflación obtenidas para el mes de agosto han despertado preocupación en los agentes económicos y en las altas esferas del sector público. En dicho mes la inflación alcanzó  0.98%  y en términos de doce meses 4.95%,  claramente por encima de la meta de inflación de 2% anual establecida por el banco central e incluso de su límite superior de 3%. El banco central reaccionó modificando su política monetaria, aumentando en 75 puntos básicos su tasa de referencia y elevando encajes bancarios, dejando abierta la posibilidad de reajustes posteriores. ¿Será que estamos experimentando un verdadero proceso inflacionario? o ¿se trata sólo de impactos inflacionarios de corta duración provocados por shocks exógenos transitorios de oferta, internos y externos? En las líneas que siguen trataremos de dar una respuesta.

La inflación, propiamente definida, debe entenderse  como un proceso en el que el nivel general de precios sube sostenidamente por un tiempo considerable. Este proceso exige que todos los precios de bienes y servicios que conforman la canasta de medición relevante suban a un ritmo más o menos similar. Por otro lado, es importante distinguir entre inflación y aceleración de la inflación para tener claridad sobre los factores que las están causando; en términos más rigurosos hay que distinguir entre la primera derivada del nivel general de precios y la segunda derivada que  marca tendencia.

Hoy día, existen dos teorías generalmente aceptadas para explicar la inflación y  su dinámica: la Teoría Cuantitativa y la Curva de Phillips. La primera sirve para explicar los factores determinantes de la inflación en el largo plazo y guarda concordancia con el concepto de neutralidad del dinero; para periodos más cortos de tiempo, su uso presenta limitaciones. La segunda, se usa en la explicación de procesos inflacionarios de corto plazo más aún cuando modelos modernos la han modificado incorporando shocks transitorios de oferta; es decir, para periodos cortos de tiempo, la inflación puede ser explicada por shocks de demanda y/o  de oferta que pueden ser internos y/o externos a la economía. Sin embargo, la Pandemia producida por  el Covid-19 ha impuesto un novedoso reto a la política monetaria en materia de inflación. Sucede que la Pandemia ocasionó shocks asimétricos en la economía al crear restricciones de oferta y demanda de distinta intensidad a sectores  de alto riesgo de contagio como comercio y servicios (turismo por ejemplo) y a aquellos de menor riesgo relativo de contagio. En los primeros creó condiciones para una contracción y en los segundos para una expansión, provocando un shock  de reasignación de recursos productivos, trabajo y capital, desde los primeros hacia los segundos. En los sectores del primer tipo tendrían que bajar los salarios y precios y en los del segundo tipo subir, para evitar masivo desempleo sobre todo de tipo estructural. Como existen rigideces a la baja en salarios y precios y la movilidad de recursos sobre todo de mano de obra es costosa, en los primeros tenderá a producirse desempleo y en los segundos, inflación. Es decir, se estaría experimentando una situación de inflación con desempleo a la vez. Pero la inflación producida no es provocada por los típicos factores de oferta como inflación importada, devaluación, clima adverso, etc.,  sino por la asimetría del shock y la presencia de imperfecciones en los mercados. Esta inflación no debiera de ser combatida por la política monetaria porque es la forma como se viabiliza el ajuste de precios relativos que necesita la economía para facilitar el proceso de reasignación de recursos y  evitar así masivo y duradero desempleo. ¿Será este tipo de inflación el que estamos experimentando? Lo analizaremos a continuación.

Debemos distinguir entre tres indicadores de inflación: inflación actual, inflación core e inflación tendencial. La primera, es la que reporta el INEI todos los meses. La segunda, es la inflación actual neteada de  variación de precios en los rubros  Alimentos y Energía por ser muy volátiles, y se considera que es un mejor indicador que la inflación actual de la evolución a mediano plazo de la misma porque refleja la actuación de factores más estables. La inflación core tiende a fluctuar alrededor de una tendencia de largo plazo (inflación tendencial) en la medida que ésta sea estable. La inflación actual refleja movimientos en la inflación core  y cambios transitorios en los precios de alimentos y energía.

¿Qué determina el comportamiento de la inflación? Las nuevas versiones de la Curva de Phillips señalan que la inflación es provocada, en lo esencial, por las expectativas de inflación de los agentes económicos, por la intensidad con que se utilizan los recursos productivos, es decir, el output o unemployment gap, y  por la evolución de costos de producción que pueden estar sujetos a shocks no anticipados provenientes del extranjero como inflación importada y/o internamente como devaluación del tipo de cambio nominal (real), fenómeno de El Niño, etc.; en algunas versiones se incorpora el factor persistencia. Este modelo postula, para explicar la dinámica de la inflación,  que los efectos sobre la inflación de cambios en la utilización de recursos, precios de productos importados, devaluación u otros factores, dependerá de cómo tales cambios afecten las expectativas de inflación de largo plazo de los agentes económicos. Si las expectativas no están bien ancladas con la inflación meta del banco central, cambios temporales, transitorios de precios terminarán provocando un aumento permanente en la inflación ya que la inflación subirá y se quedará allí dado que la inflación esperada también lo hará. En cambio, si las expectativas están bien ancladas tales cambios afectarán transitoriamente a la inflación y cuando desaparezcan, la inflación regresará a su tendencia previa. Si se establece que la Curva de Phillips está  “echada”, como parece ser nuestro caso, las expectativas de inflación crecen en importancia a la hora de explicar inflación ya que el output o unemployment gap pierde poder explicativo y el factor persistencia también en la medida que las expectativas de largo plazo estén ancladas en la meta del banco central.

Con esta teoría en mente, revisemos algunas características de la inflación en el país. La inflación promedio anual para el periodo 2002 - 2020 es 2.7%, periodo en el cual se adoptó como framework para la política monetaria el  inflation targeting y la Regla de Taylor; considero que es una proxy razonable de la inflación tendencial. Cabe señalar que a partir de 2017 la economía peruana empezó a experimentar un proceso de relativa baja inflación registrando una inflación actual promedio anual de 1.8% para el periodo 2017 - 2020 y de 2.1% para la core inflation. En este periodo los shocks de oferta transitorios internos y externos jugaron a favor del consumidor final  ya que disminuyeron la inflación relevante para ellos.

Pasemos ahora a revisar  la experiencia reciente de la inflación. Si tomamos el periodo agosto 2020 - agosto 2021 veremos que la inflación actual promedio mensual fue 0.36%. Sin embargo, se nota claramente que desde abril hasta agosto 2021 la inflación se aceleró apreciablemente dado que la inflación promedio mensual subió a 0.53%, superior al promedio de todo el periodo y a la del periodo inmediato anterior, agosto 2020 - marzo 2021, que fue de 0.26%. Esta tendencia se confirma si trabajamos con la inflación core para el mismo lapso de tiempo. La inflación core promedio mensual para todo el periodo fue de 0.19%, mientras que la relevante para abril - agosto 2021 fue 0.22% y la de agosto 2020 - marzo 2021 de 0.17%; la aceleración de la inflación core podría estar reflejando un deterioro de  expectativas. Es necesario precisar que la inflación en el periodo considerado es explicada, en lo principal,  por lo ocurrido a los precios de sólo tres categorías de bienes y servicios de las ocho que conforman la canasta con la que trabaja el INEI; a saber : alquiler de vivienda, combustibles y electricidad; alimentos y bebidas; y transportes y comunicaciones, al registrar al mes de agosto una inflación de doce meses de 10.92%, 6.11% y 5.69% respectivamente, muy por encima de los incrementos experimentados por las cinco categorías restantes que no sobrepasaron el 2.73%. Esto ya nos estaría indicando que no se trataría de un proceso inflacionario estándar ( por demanda) en el que todos los precios suben a un ritmo más o menos similar sino de una inflación producida por cambios de precios relativos ante presencia de rigideces a la baja de precios. Lo preocupante es que la inflación esperada a doce meses también registró aumentos significativos en el periodo bajo análisis. De abril a mayo subió 4%; de mayo a junio 8%; de junio a julio 16%; y de julio a agosto 1.3%, pasando de 2.3% a 3.07% (33% de incremento) entre el inicio y final del periodo, según estimados del BCRP. No se estaría dando el llamado “shock anchoring” puesto que ante shocks de oferta transitorios las expectativas de inflación se desengancharon de la meta establecida por el banco central. Pero,  se estaría dando, hasta el momento, el “level anchoring” ya que tales shocks no han provocado que las expectativas a 2 y 3 años se despeguen del rango meta del banco central, según información del BCRP.

La pregunta que surge es: ¿qué está causando este comportamiento de la inflación? Si analizamos las tres categorías de bienes y servicios mencionadas como responsables de la inflación vemos que ítems relacionados a combustibles y electricidad; alimentos; y  transportes, son los culpables, en lo principal, de dicha dinámica; me refiero por ejemplo a gas por red para vivienda,  GLP doméstico, precios públicos como luz y agua, carnes (pollo), pan, fideos, frutas, hortalizas, gasolinas, petróleo diesel, pasajes aéreos, fletes de carga (nacional e internacional), etc. todos ellos afectados directa e indirectamente por el comportamiento de los precios internacionales de alimentos que importamos como maíz, trigo, aceite de soya;  petróleo y combustibles; fertilizantes; que han venido registrando aumentos apreciables desde el  segundo semestre del año pasado aun cuando a partir de mayo de este año, para el caso de alimentos, registraron caídas en sus precios con repuntes posteriores, después de 30 o 60 días,  en el caso del  aceite de soya, maíz, trigo . Estos aumentos de precios demoran entre 5 a 8 meses para hacer sentir sus efectos sobre los precios al consumidor final.  Sin embargo, sostener que con ello basta para explicar la inflación y su dinámica sería cometer un error conceptual muy grave. Operan también factores domésticos como la devaluación nominal  del tipo de cambio y las expectativas de inflación. La devaluación nominal influye en la inflación vía tres canales: a) directo, a través de su impacto sobre los bienes y servicios importados; b) indirecto, a través de su impacto sobre las expectativas inflacionarias; y c) provocando cambios relativos de demanda hacia sectores no transables vía elevación del tipo de cambio real. La demora en hacer sentir sus efectos sobre los precios al consumidor final es bastante menor al de los precios internacionales por lo que adquiere mayor relevancia a la hora de explicar la aceleración de la inflación. Trabajando con data del banco central a fines de agosto del presente año, la devaluación nominal en los últimos 12 meses fue 15% y desde fines de febrero 11.8%,  mes a partir del cual se nota una aceleración en el aumento del tipo de cambio. Nótese que tanto para la inflación, expectativas de inflación y tipo de cambio, se aprecia una aceleración desde fines del primer trimestre, periodo que coincide con el inicio del proceso de elecciones de primera y segunda vuelta que tuvimos y de la llegada al poder del nuevo gobierno.

El modelo teórico que estamos usando nos permite establecer causalidad y ésta va desde inflación externa, devaluación y expectativas hacia inflación lo que nos permite sostener que son  básicamente shocks de oferta externos e internos los que están provocando la inflación y su aceleración. Vamos a centrarnos en la devaluación y expectativas.

Lo que está sucediendo con el  tipo de cambio en los últimos meses  lo podemos enmarcar dentro de la teoría del ajuste de portafolio financiero, provocado por cambios en expectativas  que  se forman en base a información nueva de tipo política, económica, social e institucional que llega. La aceleración en el aumento del tipo de cambio que hemos observado no tiene que ver con el movimiento de sus factores reales fundamentales. Más bien, estos señalarían que el nivel del tipo de cambio de equilibrio debiera de estar por debajo de su nivel actual, básicamente por el desenvolvimiento de las cuentas externas hasta el pasado reciente. Pienso que lo que está gobernando la dinámica del tipo de cambio tiene que ver con un típico reajuste de portafolio financiero guiado por un deterioro de expectativas de los agentes económicos nacionales y extranjeros que derivó en la formación de una burbuja financiera (cambiaria). La teoría dice que, básicamente, son tres los factores que determinan la existencia de una burbuja: a) que el activo en cuestión sea fácilmente vendible y comprable, es decir, comerciable; b) que exista liquidez en el mercado y sobre todo crédito a tasas relativamente bajas; y c) presente un comportamiento especulativo, vale decir, que la compra del activo sea incentivado por expectativas de un aumento en su precio en el futuro. Pienso que el activo en nuestro caso cumple con los tres requisitos. Además, se han identificado dos factores básicos que causan las burbujas financieras: innovación tecnológica y políticas de gobierno (o expectativas acerca de ella). En nuestro caso, sostengo que fue la gran incertidumbre política, económica e institucional que empezamos a vivir con intensidad creciente después de la primera vuelta electoral el principal driver del aumento en el tipo de cambio ya que un incremento temporal en el precio de nuestras exportaciones (cobre) y de la inflación externa apuntan más bien a provocar una reducción del tipo de cambio nominal. Las presiones alcistas sobre el tipo de cambio e inflación que provoquen salidas de capital, producto de un  ajuste de portafolio, será un problema manejable en la medida que el inflation targeting se combine con expectativas inflacionarias de largo plazo bien ancladas en la meta del banco central. Por consiguiente, es muy importante seguir analizando el comportamiento de las expectativas de inflación.

Las expectativas de inflación de los agentes económicos nacionales y extranjeros juegan un rol crucial en la dinámica de la inflación, como ya lo hemos comentado,  y en la transmisión de la política monetaria a la macroeconomía como lo establece claramente el marco conceptual que estamos usando. Las expectativas de corto plazo parecen haberse desenganchado de la meta establecida por el banco central como ya lo hemos visto. Pero las de mediano plazo, hasta el momento, siguen ancladas en dicha meta y estas son las que tienen mayor relevancia para el proceso. En la medida que siga esta situación, lo que suceda con la inflación externa o con la devaluación tendrá efectos menores sobre las expectativas de inflación  de mediano y largo plazo y  con ello la aceleración de la inflación que se experimente será transitoria. Pero ese anclaje no es gratis. Se tiene que generar y consolidar con políticas económicas, de gobierno e institucionales  sensatas que den confianza, tranquilidad y esperanza a los agentes económicos. Sería peligroso que las expectativas de mediano y largo plazo se desenganchen de la meta del banco central porque reducir inflación en ese contexto generaría un alto costo social.

CONCLUSION.

La inflación que estamos experimentando es causada por shocks de oferta externos e internos mayormente transitorios. La aceleración registrada desde el mes de abril está principalmente determinada por la devaluación del tipo de cambio y por las expectativas inflacionarias. Ambas variables, si bien interactúan, tienen como principal driver a la incertidumbre política, económica e institucional que está viviendo el país. Que los shock de oferta internos  sean transitorios o duren un tiempo perjudicialmente mayor dependerá del empeoramiento, continuidad o reducción de dicha incertidumbre. De no tomarse las acciones apropiadas en el campo político, económico e institucional que reduzca sustancialmente la incertidumbre señalada, se obligará a los hacedores de política económica, fiscal y monetaria, a tomar las medidas correspondientes que podrían terminar provocando un corte en el proceso de recuperación y expansión de la economía, empleo e ingresos con el consiguiente empeoramiento del bienestar de amplios sectores de la sociedad, especialmente los más vulnerables; además de afectar directamente la dinámica del gasto privado, especialmente de la inversión real.

SOBRE LA COYUNTURA ECONÓMICA

JORGE GONZALEZ IZQUIERDO.

UNIVERSIDAD DEL PACIFICO.

Desde que se tomaron las primeras medidas de corte sanitario para combatir la llegada de la pandemia del coronavirus han transcurrido  17 meses, tiempo prudencial para realizar una evaluación preliminar de su impacto macroeconómico.

Trabajaré con  estimados del INEI sobre la evolución mensual del PBI en términos desestacionalizados para el periodo Nov. 2019-Mayo 2021 y generaré el siguiente gráfico que nos ayudará a entender la dinámica del proceso.

Considero que es importante distinguir dos fases en el comportamiento de la economía durante y después de la llegada de la pandemia: a) la primera, que  llamaré emergencia-recuperación; y b) la segunda, reactivación o expansión. Cuando el gobierno de turno enfrentó la llegada de la pandemia a partir del 16 de marzo de 2020, decretó un conjunto de medidas de corte sanitario de las que rescato tres por los efectos que produjo sobre la economía: distanciamiento social, cuarentena casi total y cierre de fronteras nacional e internacional. Como consecuencia de ellas, la economía entró en una fase de emergencia porque la producción, empleo e ingresos registraron una súbita y pronunciada caída; duró dos meses, marzo y abril. Desde un punto de vista riguroso, la economía experimentó un shock de oferta negativo; no sólo se afectó el PBI actual sino también el potencial. La política económica, fiscal y monetaria, que se implementó tuvo como objetivo evitar quiebras masivas de empresas, disminución sustancial de ingresos de gruesos sectores de la población, colapso de la salud pública y que el sector financiero entrara en problemas con el riesgo de provocar un credit-crunch; es decir, fue una política que tuvo como objetivo llevar alivio a las empresas y familias afectadas y no tanto provocar estímulo sobre la demanda agregada interna. Pero a partir del mes de mayo el gobierno empezó a reabrir progresivamente la economía  diseñando un plan de cuatro fases que originalmente iba de mayo a agosto. Se entró a una etapa de recuperación porque el PBI comenzó a crecer como consecuencia de la reapertura per-se  y en menor medida por las medidas de soporte que se siguieron haciendo. La recuperación estuvo determinada en lo fundamental por el comportamiento de la oferta agregada condicionada por el rebrote de la pandemia. . Esta fase duró hasta el mes de mayo de 2021 como se aprecia en el gráfico dado que en ese mes el PBI regresó a su nivel pre-pandemia (noviembre 2019). Si el PBI siguiera creciendo, superaría el nivel pre-pandemia y estaría en la siguiente fase, la de reactivación o expansión donde el  crecimiento del PBI estaría determinado principalmente por el dinamismo de la demanda agregada, dada la existencia de imperfecciones de diversa naturaleza en los  mercados de la economía ( competencia monopolista por ejemplo). En esta fase se necesitarían medidas de estímulo tanto fiscal como monetarias para que junto con el avance en el  proceso de vacunación  alcanzar a la brevedad posible la inmunidad de rebaño y promover así que el gasto privado alcance un ritmo de crecimiento adecuado y sostenido, el que estará solventado por la existencia de una pent-up demanda resultado del fuerte incremento del ahorro privado como consecuencia de las limitaciones al gasto privado impuestas por  la pandemia, por un efecto “retiro” derivado del acceso a cuentas de CTS y AFP, por acceso a tasas reales de interés  relativamente bajas y por una  recuperación paulatina del ingreso. . Esta fase continuará hasta que el output gap negativo estimado por el BCRP  en 6,6% del PBI tendencial para este año y en 4.7% para el 2022  se reduzca hasta niveles compatibles con la desaparición del déficit de demanda agregada.

Sin embargo, también hay que mirar el comportamiento de otra variable tan o más importante que el PBI; me refiero al empleo, sobre todo el adecuadamente productivo según definición del INEI. En el trimestre móvil abril-mayo-junio 2020 la población ocupada cayó en 6.7 millones, casi un 40%. Y en todo el año 2020, la población con empleo adecuado a nivel nacional urbano cayó en 2.5 millones, casi un 30%. Este desplome del empleo no fue causado por una caída autónoma de la demanda agregada sino de la oferta agregada por lo que medidas destinadas a estimular la demanda no tendrían mayor sentido en esta situación. Por varias razones la recuperación del empleo tarda más que la del PBI por ejemplo, por la generación de cierto desempleo estructural -friccional o el traspaso de   Población Económicamente Activa a la condición de No Activa, etc. El empleo se ha venido recuperando desde el segundo trimestre del 2020 pero todavía le queda un largo trecho para regresar al nivel pre-pandemia. Según un último reporte del INEI para el caso sólo de Lima Metropolitana en el trimestre móvil abril-mayo-junio 2021 todavía se tenía un déficit de 850000 puestos de trabajo adecuadamente productivos respecto al nivel que se tenía en igual periodo del año 2019.

Por otro lado, para tener una idea más completa de los efectos producidos por la pandemia del coronavirus sobre el bienestar social, debemos mirar sus consecuencias sobre los ingresos. Para este efecto, considero que una variable que debemos analizar es lo sucedido con el ingreso per-cápita. Según el Banco Mundial el ingreso per-cápita del país disminuyó en 12.9% en dólares corrientes o en 12.4% en dólares constantes 2011 PPP durante el 2020. Una caída bastante apreciable que nos tomará probablemente hasta el 2022 o 2023 recuperar.

De lo analizado, se pueden obtener las siguientes conclusiones:

a)      La contracción que la economía sufrió a consecuencia de la pandemia del coronavirus fue muy corta, sólo duró dos meses, marzo y abril, quizá la más corta de su historia moderna. Fue completamente causada por la pandemia.

b)      A partir del mes de mayo 2020 la economía entró en una fase de recuperación, con altibajos, que se extendió hasta mayo de este año, mes en el que se recuperó el nivel de PBI pre-pandemia. El crecimiento del PBI estuvo condicionado por factores de oferta agregada asociados a la reapertura de la economía y al rebrote de la pandemia, y a la política económica de soporte.

c)       Pero ello no significa que la economía haya regresado a una situación de equilibrio puesto que todavía hay un apreciable output gap negativo  que solucionar, dado que lo que empezó como un shock negativo de oferta con el tiempo generó un shock negativo de demanda como consecuencia, en lo principal, de un efecto ingreso que sufrieron tanto empresas como trabajadores y a cambios en los patrones de consumo privado debido a medidas  restrictivas tomadas por el gobierno y  por el mismo sector privado ante el riesgo de contagio.

d)      Si la economía continúa creciendo a partir de junio del presente año entraría a una fase plena de reactivación o expansión en la que el driver del crecimiento del PBI y del empleo sería el crecimiento de la demanda agregada, sobre todo la demanda interna y el desenvolvimiento de la pandemia.

e)   La economía está experimentando tail-winds provenientes de la economía mundial derivados de tasas reales de interés relativamente bajas, mejoras apreciables en los términos de intercambio y mayor demanda por nuestras exportaciones. Estos factores impulsarán el crecimiento de la demanda agregada y por ende de la producción.

f)       Sin embargo, en materia de empleo, sobre todo del adecuadamente productivo, estamos todavía lejos de regresar a niveles pre-pandemia. Por lo que se podría afirmar que en términos del PBI estaríamos entrando a una fase de expansión pero seguiríamos en  fase de recuperación en términos de empleo.

g)      Es probable que cerrar el output gap o reducirlo a una expresión bastante menor nos tomaría hasta fines del 2022 o 2023 lo que significa que el déficit de empleo continuaría hasta esas fechas.

h)      El ingreso per-cápita tomaría probablemente hasta el 2022 o 2023 retornar a su nivel de 2019.

i)        Todo este análisis supone la inexistencia de grandes desequilibrios o incertidumbre en la economía que afecten negativamente las expectativas de los agentes económicos internos y externos.

Se pueden también formular algunas recomendaciones de política económica:

j)        La recuperación del empleo estará determinada, en lo principal, por el crecimiento de la producción la que a su vez, en el corto plazo, dependerá del dinamismo de la demanda agregada, especialmente la demanda interna. Por ello, debe ser objetivo de la política económica de corto plazo incentivar su recuperación de la apreciable caída que tuvo en el 2020, casi  10%. En la demanda agregada el gasto del sector privado es el factor preponderante y dentro de él es el consumo el que pesa, sobrepasando el  60% del PBI. Como ya hemos visto en el análisis realizado es probable que el consumo privado tenga un fuerte crecimiento en la medida que la vacunación avance y nos acerquemos a la inmunidad de rebaño porque fuentes de financiamiento endógenas tiene. El problema es que esas fuentes son transitorias y es probable que se exhausten cuando la economía todavía no alcance su posición tendencial. Por ello, sería conveniente que la política económica de corto plazo mantenga una posición expansiva por un tiempo más, incluyendo el crear un clima de confianza que mejore sustancialmente las expectativas de los agentes económicos para así influenciar también el crecimiento de la inversión privada. Pero la reactivación del empleo no sólo debe contener medidas que estimulen la demanda agregada sino también la oferta agregada con políticas que ayuden a los trabajadores a adquirir nuevas habilidades para facilitar su movilidad y empleabilidad en firmas y sectores con futuro de expansión.

k)      La política monetaria deberá seguir teniendo una posición expansiva lo que no evita que en algún momento tenga que subir su tasa de interés de referencia si es que detecta que las expectativas de largo plazo de inflación se desenganchan del rango meta del BCRP a causa de un repunte de la inflación producida por shocks de oferta transitorios. Mientras el nivel de la tasa de política esté por debajo de su mejor estimado de tasa neutral la política tendrá un sesgo expansivo. Además, se tendrá que tomar en cuenta el desenvolvimiento de la política fiscal.

l)        En la medida que el gasto privado alcance un crecimiento adecuado y sostenido se podrá hacer una consolidación fiscal progresiva, no traumática, para evitar que la política fiscal se convierta en un head-wind para la economía. Se debe entender que la única forma de alcanzar sostenibilidad fiscal de largo plazo es generar primero una economía plenamente recuperada y la política fiscal tiene mucho que ver con ello. La economía necesita un incremento del gasto público en inversión en infraestructura que implique gastar en salud, educación, vialidad, energía, agua y desagüe, y digitalización para reforzar el crecimiento, limitar daños al PBI potencial y colaborar con el crecimiento de la productividad del sector privado. Además, se debe atender los principales problemas de la micro y pequeña empresa combinando políticas que atiendan problemas de liquidez, solvencia y reestructuración de deuda.  Espacio fiscal existe más aún que las finanzas públicas están recibiendo un shock de oferta positivo proveniente de la mejora en los términos de intercambio; esto permite que el aumento del gasto público financiado con ese aumento de recaudación se comporte como si fuese un gasto autónomo con mayores efectos multiplicadores en la economía. Si se desea aumentar en algo el gasto corriente, éste debe ser hecho en forma muy focalizado.

m)    La recuperación del empleo será determinada, en lo principal,  por el crecimiento de la producción. La política fiscal puede ayudar a través de la creación de programas temporales de obras públicas que crean directamente empleo transitorio y, vía efecto multiplicador, posteriormente empleo más estable. Pero es la inversión privada la que crea directamente empleo de duración más estable por lo que también debe ser promovida procurando alcanzar incluso un shock de inversión privada.

Se debe continuar con la formulación e implementación de medidas macro y micro prudenciales por parte de las instituciones correspondientes para atenuar el trade-off  que surge cuando se siguen políticas monetarias-financieras que buscan estimular la demanda agregada y el mayor riesgo de vulnerabilidad financiera que puedan crear.



RECESIÓN Y ESTANFLACIÓN: EL CASO PERUANO

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