SOBRE LA COYUNTURA ECONÓMICA

JORGE GONZALEZ IZQUIERDO.

UNIVERSIDAD DEL PACIFICO.

Desde que se tomaron las primeras medidas de corte sanitario para combatir la llegada de la pandemia del coronavirus han transcurrido  17 meses, tiempo prudencial para realizar una evaluación preliminar de su impacto macroeconómico.

Trabajaré con  estimados del INEI sobre la evolución mensual del PBI en términos desestacionalizados para el periodo Nov. 2019-Mayo 2021 y generaré el siguiente gráfico que nos ayudará a entender la dinámica del proceso.

Considero que es importante distinguir dos fases en el comportamiento de la economía durante y después de la llegada de la pandemia: a) la primera, que  llamaré emergencia-recuperación; y b) la segunda, reactivación o expansión. Cuando el gobierno de turno enfrentó la llegada de la pandemia a partir del 16 de marzo de 2020, decretó un conjunto de medidas de corte sanitario de las que rescato tres por los efectos que produjo sobre la economía: distanciamiento social, cuarentena casi total y cierre de fronteras nacional e internacional. Como consecuencia de ellas, la economía entró en una fase de emergencia porque la producción, empleo e ingresos registraron una súbita y pronunciada caída; duró dos meses, marzo y abril. Desde un punto de vista riguroso, la economía experimentó un shock de oferta negativo; no sólo se afectó el PBI actual sino también el potencial. La política económica, fiscal y monetaria, que se implementó tuvo como objetivo evitar quiebras masivas de empresas, disminución sustancial de ingresos de gruesos sectores de la población, colapso de la salud pública y que el sector financiero entrara en problemas con el riesgo de provocar un credit-crunch; es decir, fue una política que tuvo como objetivo llevar alivio a las empresas y familias afectadas y no tanto provocar estímulo sobre la demanda agregada interna. Pero a partir del mes de mayo el gobierno empezó a reabrir progresivamente la economía  diseñando un plan de cuatro fases que originalmente iba de mayo a agosto. Se entró a una etapa de recuperación porque el PBI comenzó a crecer como consecuencia de la reapertura per-se  y en menor medida por las medidas de soporte que se siguieron haciendo. La recuperación estuvo determinada en lo fundamental por el comportamiento de la oferta agregada condicionada por el rebrote de la pandemia. . Esta fase duró hasta el mes de mayo de 2021 como se aprecia en el gráfico dado que en ese mes el PBI regresó a su nivel pre-pandemia (noviembre 2019). Si el PBI siguiera creciendo, superaría el nivel pre-pandemia y estaría en la siguiente fase, la de reactivación o expansión donde el  crecimiento del PBI estaría determinado principalmente por el dinamismo de la demanda agregada, dada la existencia de imperfecciones de diversa naturaleza en los  mercados de la economía ( competencia monopolista por ejemplo). En esta fase se necesitarían medidas de estímulo tanto fiscal como monetarias para que junto con el avance en el  proceso de vacunación  alcanzar a la brevedad posible la inmunidad de rebaño y promover así que el gasto privado alcance un ritmo de crecimiento adecuado y sostenido, el que estará solventado por la existencia de una pent-up demanda resultado del fuerte incremento del ahorro privado como consecuencia de las limitaciones al gasto privado impuestas por  la pandemia, por un efecto “retiro” derivado del acceso a cuentas de CTS y AFP, por acceso a tasas reales de interés  relativamente bajas y por una  recuperación paulatina del ingreso. . Esta fase continuará hasta que el output gap negativo estimado por el BCRP  en 6,6% del PBI tendencial para este año y en 4.7% para el 2022  se reduzca hasta niveles compatibles con la desaparición del déficit de demanda agregada.

Sin embargo, también hay que mirar el comportamiento de otra variable tan o más importante que el PBI; me refiero al empleo, sobre todo el adecuadamente productivo según definición del INEI. En el trimestre móvil abril-mayo-junio 2020 la población ocupada cayó en 6.7 millones, casi un 40%. Y en todo el año 2020, la población con empleo adecuado a nivel nacional urbano cayó en 2.5 millones, casi un 30%. Este desplome del empleo no fue causado por una caída autónoma de la demanda agregada sino de la oferta agregada por lo que medidas destinadas a estimular la demanda no tendrían mayor sentido en esta situación. Por varias razones la recuperación del empleo tarda más que la del PBI por ejemplo, por la generación de cierto desempleo estructural -friccional o el traspaso de   Población Económicamente Activa a la condición de No Activa, etc. El empleo se ha venido recuperando desde el segundo trimestre del 2020 pero todavía le queda un largo trecho para regresar al nivel pre-pandemia. Según un último reporte del INEI para el caso sólo de Lima Metropolitana en el trimestre móvil abril-mayo-junio 2021 todavía se tenía un déficit de 850000 puestos de trabajo adecuadamente productivos respecto al nivel que se tenía en igual periodo del año 2019.

Por otro lado, para tener una idea más completa de los efectos producidos por la pandemia del coronavirus sobre el bienestar social, debemos mirar sus consecuencias sobre los ingresos. Para este efecto, considero que una variable que debemos analizar es lo sucedido con el ingreso per-cápita. Según el Banco Mundial el ingreso per-cápita del país disminuyó en 12.9% en dólares corrientes o en 12.4% en dólares constantes 2011 PPP durante el 2020. Una caída bastante apreciable que nos tomará probablemente hasta el 2022 o 2023 recuperar.

De lo analizado, se pueden obtener las siguientes conclusiones:

a)      La contracción que la economía sufrió a consecuencia de la pandemia del coronavirus fue muy corta, sólo duró dos meses, marzo y abril, quizá la más corta de su historia moderna. Fue completamente causada por la pandemia.

b)      A partir del mes de mayo 2020 la economía entró en una fase de recuperación, con altibajos, que se extendió hasta mayo de este año, mes en el que se recuperó el nivel de PBI pre-pandemia. El crecimiento del PBI estuvo condicionado por factores de oferta agregada asociados a la reapertura de la economía y al rebrote de la pandemia, y a la política económica de soporte.

c)       Pero ello no significa que la economía haya regresado a una situación de equilibrio puesto que todavía hay un apreciable output gap negativo  que solucionar, dado que lo que empezó como un shock negativo de oferta con el tiempo generó un shock negativo de demanda como consecuencia, en lo principal, de un efecto ingreso que sufrieron tanto empresas como trabajadores y a cambios en los patrones de consumo privado debido a medidas  restrictivas tomadas por el gobierno y  por el mismo sector privado ante el riesgo de contagio.

d)      Si la economía continúa creciendo a partir de junio del presente año entraría a una fase plena de reactivación o expansión en la que el driver del crecimiento del PBI y del empleo sería el crecimiento de la demanda agregada, sobre todo la demanda interna y el desenvolvimiento de la pandemia.

e)   La economía está experimentando tail-winds provenientes de la economía mundial derivados de tasas reales de interés relativamente bajas, mejoras apreciables en los términos de intercambio y mayor demanda por nuestras exportaciones. Estos factores impulsarán el crecimiento de la demanda agregada y por ende de la producción.

f)       Sin embargo, en materia de empleo, sobre todo del adecuadamente productivo, estamos todavía lejos de regresar a niveles pre-pandemia. Por lo que se podría afirmar que en términos del PBI estaríamos entrando a una fase de expansión pero seguiríamos en  fase de recuperación en términos de empleo.

g)      Es probable que cerrar el output gap o reducirlo a una expresión bastante menor nos tomaría hasta fines del 2022 o 2023 lo que significa que el déficit de empleo continuaría hasta esas fechas.

h)      El ingreso per-cápita tomaría probablemente hasta el 2022 o 2023 retornar a su nivel de 2019.

i)        Todo este análisis supone la inexistencia de grandes desequilibrios o incertidumbre en la economía que afecten negativamente las expectativas de los agentes económicos internos y externos.

Se pueden también formular algunas recomendaciones de política económica:

j)        La recuperación del empleo estará determinada, en lo principal, por el crecimiento de la producción la que a su vez, en el corto plazo, dependerá del dinamismo de la demanda agregada, especialmente la demanda interna. Por ello, debe ser objetivo de la política económica de corto plazo incentivar su recuperación de la apreciable caída que tuvo en el 2020, casi  10%. En la demanda agregada el gasto del sector privado es el factor preponderante y dentro de él es el consumo el que pesa, sobrepasando el  60% del PBI. Como ya hemos visto en el análisis realizado es probable que el consumo privado tenga un fuerte crecimiento en la medida que la vacunación avance y nos acerquemos a la inmunidad de rebaño porque fuentes de financiamiento endógenas tiene. El problema es que esas fuentes son transitorias y es probable que se exhausten cuando la economía todavía no alcance su posición tendencial. Por ello, sería conveniente que la política económica de corto plazo mantenga una posición expansiva por un tiempo más, incluyendo el crear un clima de confianza que mejore sustancialmente las expectativas de los agentes económicos para así influenciar también el crecimiento de la inversión privada. Pero la reactivación del empleo no sólo debe contener medidas que estimulen la demanda agregada sino también la oferta agregada con políticas que ayuden a los trabajadores a adquirir nuevas habilidades para facilitar su movilidad y empleabilidad en firmas y sectores con futuro de expansión.

k)      La política monetaria deberá seguir teniendo una posición expansiva lo que no evita que en algún momento tenga que subir su tasa de interés de referencia si es que detecta que las expectativas de largo plazo de inflación se desenganchan del rango meta del BCRP a causa de un repunte de la inflación producida por shocks de oferta transitorios. Mientras el nivel de la tasa de política esté por debajo de su mejor estimado de tasa neutral la política tendrá un sesgo expansivo. Además, se tendrá que tomar en cuenta el desenvolvimiento de la política fiscal.

l)        En la medida que el gasto privado alcance un crecimiento adecuado y sostenido se podrá hacer una consolidación fiscal progresiva, no traumática, para evitar que la política fiscal se convierta en un head-wind para la economía. Se debe entender que la única forma de alcanzar sostenibilidad fiscal de largo plazo es generar primero una economía plenamente recuperada y la política fiscal tiene mucho que ver con ello. La economía necesita un incremento del gasto público en inversión en infraestructura que implique gastar en salud, educación, vialidad, energía, agua y desagüe, y digitalización para reforzar el crecimiento, limitar daños al PBI potencial y colaborar con el crecimiento de la productividad del sector privado. Además, se debe atender los principales problemas de la micro y pequeña empresa combinando políticas que atiendan problemas de liquidez, solvencia y reestructuración de deuda.  Espacio fiscal existe más aún que las finanzas públicas están recibiendo un shock de oferta positivo proveniente de la mejora en los términos de intercambio; esto permite que el aumento del gasto público financiado con ese aumento de recaudación se comporte como si fuese un gasto autónomo con mayores efectos multiplicadores en la economía. Si se desea aumentar en algo el gasto corriente, éste debe ser hecho en forma muy focalizado.

m)    La recuperación del empleo será determinada, en lo principal,  por el crecimiento de la producción. La política fiscal puede ayudar a través de la creación de programas temporales de obras públicas que crean directamente empleo transitorio y, vía efecto multiplicador, posteriormente empleo más estable. Pero es la inversión privada la que crea directamente empleo de duración más estable por lo que también debe ser promovida procurando alcanzar incluso un shock de inversión privada.

Se debe continuar con la formulación e implementación de medidas macro y micro prudenciales por parte de las instituciones correspondientes para atenuar el trade-off  que surge cuando se siguen políticas monetarias-financieras que buscan estimular la demanda agregada y el mayor riesgo de vulnerabilidad financiera que puedan crear.



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