REABRIENDO LA ECONOMIA.



JORGE GONZALEZ IZQUIERDO.

UNIVERSIDAD DEL PACIFICO.


Reabrir la economía después de la emergencia  plantea cuales debieran de ser las condiciones para hacerla. En lo que sigue intentaré responder a la pregunta.
Los efectos negativos sobre la economía dependerá de la DURACIÓN de la pandemia; cuanto más dure, mayores serán los costos y más complicada la recuperación. A su vez,  la duración dependerá de la CALIDAD  de la respuesta del servicio público de salud; si  es mediocre, con deficiencias importantes, la duración será mayor y con ello el costo sobre la economía. Sin embargo, en la respuesta habrá también un rol para la política fiscal y monetaria,  sólo que de naturaleza cambiante en el tiempo.
Trabajando con el concepto de  función de producción podemos concluir que producto de la cuarentena y el cierre de fronteras, el empleo  caerá fuertemente en el muy corto plazo, provocando una reducción en el nivel del PBI potencial de la economía. Esta caída  del PBI potencial será transitoria y constituiría una respuesta eficiente de la economía ante decisiones tomadas desde el punto de vista de la salud pública,  por lo que  no amerita formular  política expansiva alguna en esta fase de emergencia puesto que no habrá  desequilibrio entre gasto-ingreso que remediar. Pero, aún en este caso la política fiscal y monetaria tendrá un rol que jugar para evitar producir efectos de más largo plazo sobre la oferta agregada como los que se producirían  por  quiebra masiva de empresas o el sector financiero no cumpla eficientemente con su función de intermediación; así como con la mano de obra que no  vaya a reducirse  por  excesiva mortandad, fuerte desempleo que afecte la productividad, etc.
Hasta aquí, el muy corto plazo, la situación de emergencia. Con el tiempo, el shock inicial de oferta tenderá a producir efectos adversos de mayor duración sobre la demanda agregada (la Ley de Say no se cumple) por varios canales: a) habrá limitaciones parciales  para aquellas actividades de alto riesgo de contagio afectando la relación ingreso-gasto de sus integrantes; b)  la incertidumbre continuará siendo grande afectando vía expectativas el consumo e inversión privada; c) el sector privado limitará su gasto en actividades de alto riesgo de contagio; d) ciertos sectores tratarán de reconstruir sus niveles de ahorro. Esto provocará un déficit de demanda que habrá que solventar con política   fiscal y monetaria expansiva si queremos que la economía recobre su nivel potencial, en el menor tiempo posible. Hay que entender que desde fines del  2020, 2021 y más, el comportamiento de la producción y empleo estará determinado por el dinamismo de la demanda agregada, especialmente la interna, dado los condicionamientos provenientes de la economía mundial y de la campaña presidencial 2021.
Pero en el interin,   que condiciones podemos poner para que la reapertura de la economía no fracase. Creo que las siguientes: a) repotenciar el sistema de detección, aislamiento y seguimiento de contactos de los infectados aumentando apreciablemente el número de pruebas; b) cuarentena parcial por un tiempo a actividades de alto riesgo de contagio; y c) proveer  ayuda de emergencia a los agentes económicos cuyos ingresos han caído fuertemente. Sería mejor definir las actividades riesgosas que deberán permanecer con restricciones por un tiempo y devolver la libertad de acción al resto con exigencias de salubridad razonables. Esto permitirá que el estado se concentre en ayudar a  actividades y/o sectores más afectados. El tratamiento a las actividades informales será de importancia medular dado que la supervisión de medidas sanitarias será muy difícil.
La velocidad con que la economía se recupere dependerá básicamente de la contención de la pandemia, y evitar a toda costa un rebrote. La aparición de una vacuna hará que el proceso se acorte.

EL CORONAVIRUS Y LA LEY DE SAY.

JORGE GONZALEZ IZQUIERDO.

UNIVERSIDAD DEL PACIFICO.

La Ley de Say en su versión popular dice que toda oferta crea su propia demanda. Es decir, nunca podrá darse un déficit o exceso de demanda; siempre habrá equilibrio macroeconómico y por consiguiente, es innecesaria una política económica de corto plazo. Actualmente deben ser muy pocos los que sostengan que dicha ley tenga alguna validez debido a que existe una demanda por dinero y no siempre la tasa de interés es perfectamente flexible. Sin embargo, hay comentaristas que, sin saber quizá, hacen uso indirecto de ella al afirmar que los costos provocados por el coronavirus se disiparán rápidamente y en poco tiempo la economía volverá a su normalidad (crecimiento acorde a su potencial). Con ello están sosteniendo que el coronavirus provocará una contracción pasajera de la actividad económica porque es un shock de oferta negativo externo. En términos de la Ley de Say, si la oferta agregada cae, cae también la demanda agregada (gasto) y al  acabarse la cuarentena, el distanciamiento social y el cierre de fronteras externo e interno, la producción resurgirá autónomamente y con ello la demanda. Este es un análisis por demás simplista dado que asume que el shock de oferta no producirá ningún shock de demanda y financiero adverso duradero y que los mercados funcionan sin rigideces; y eso no es cierto. En la actual circunstancia las fuerzas de oferta y demanda están entrelazadas y provocan que la demanda agregada se vea afectada por  shocks de oferta, el caso de las exportaciones por problemas de transporte, y ésta a su vez afecte en el camino a la oferta agregada, como sería el caso de  empresas que  quiebren debido a una insuficiencia de gasto; amén de la presencia de imperfecciones en diferentes mercados.  Además, la  incertidumbre generada por la pandemia causa efectos depresivos de más largo plazo sobre el consumo e inversión privada, especialmente en el sector servicios. Si fuese cierto la posición basada en la Ley de Say, no se necesitaría política económica alguna y la recuperación sería automática y rápida. Pero no es así.  Política económica de corto plazo se necesita y debe tener dos fases secuenciales: a) una  inicial, inmediata y masiva,  de control de daños que busque  evitar justamente que se den pérdidas permanentes en el aparato productivo y empleo. Papel protagónico tiene la política fiscal y en menor medida la monetaria; y b) una posterior,  de disipación de incertidumbre y  reactivación, en la que se necesita estimular la demanda agregada interna vía mayor gasto privado y sobre todo público (inversión), especialmente en nuestro caso que desde 2014 hasta el presente se ha venido dando un déficit de demanda persistente que provocó que la economía crezca ,en promedio,  debajo su potencial; la política fiscal también tendrá un  rol protagónico sobre todo ahora que la tasa de política monetaria está  prácticamente en cero, situación que ocasiona que el multiplicador fiscal aumente sustancialmente. En el 2020 es probable que experimentemos crecimiento negativo pero de hacerse bien las cosas en política económica, en el 2021 retomaremos el crecimiento aún cuando estaremos debajo del potencial. Dos factores adicionales condicionarán fuertemente los resultados:  a) el decrecimiento y posterior  modesto crecimiento de la economía mundial generando shocks de oferta negativos convencionales vía precios de las materias primas que exportamos y flujos de capital; y b) el proceso electoral presidencial y congresal del 2021, creando mayor incertidumbre.

SOBRE EL ESTIMULO ECONOMICO


JORGE GONZALEZ IZQUIERDO

UNIVERSIDAD DEL PACIFICO.


Los costos de la pandemia del coronavirus sobre la economía peruana se estiman, sobre una base anualizada, entre 12%-15% PBI. Es decir, el costo para la economía es realmente sustancial. Esto impone un gran reto para el diseño de la política económica ya que tendrá que enfrentar un problema con características quizá nunca antes vista. Pero, ¿cómo tendrá que hacerse ese diseño? En lo que sigue intentaré dar una respuesta.
Asumamos primero una situación ideal para después alejarnos de ella y acercarnos a la realidad. Supongamos que estamos creciendo de acuerdo al potencial, digamos, alrededor del 4% anual. En ese momento aparece el coronavirus que obliga a tomar medidas sanitarias como cuarentena total, distanciamiento social, cierre de fronteras y otras, con  efectos devastadores sobre oferta y demanda agregada y repercusiones en el sector financiero. Se tenderá a producir un costo económico de la magnitud arriba señalada que podría ocasionar que  el crecimiento actual de la economía caiga muy por debajo del potencial, digamos, a -3%,  con el consiguiente deterioro del bienestar de la sociedad. Si queremos que ese deterioro  no sea  catastrófico, tendremos que tomar medidas correctivas. Aquí aparece la primera fase de una política económica, la de evitar un efecto IMPACTO del coronavirus. En esta fase la política económica tendrá como objetivo  principal producir ALIVIO en los sectores de población y actividades afectadas, pero un alivio de tipo más humanitario no tanto preocupándose de variables económicas (PBI  por ejemplo); es más un control de daños. La política fiscal procurará solventar las necesidades de alimentación y de otro tipo de la población afectada y contribuir con el banco central a evitar quiebre de empresas y que el crédito al sector privado no se corte. Aquí  podrían  comprometerse  varios puntos del PBI en gasto. Pero una vez superada la cuarentena total y  la  fase de emergencia, surge la pregunta ¿cómo se puede ayudar a que la economía recobre su crecimiento potencial, niveles de empleo, salarios, es decir recupere su normalidad? Porque por un tiempo más habrá cuarentena oficial o de facto en sectores que se consideren riesgosos tipo espectáculos, restaurantes, fronteras, etc.,  y la incertidumbre generada seguirá vigente y quizá se agrave con el inicio de la campaña presidencial y congresal del 2021 a partir de agosto-setiembre, afectando así  el consumo e inversión privada;  y la economía mundial nos condicionará vía caída en los precios de los commodities que exportamos y menores flujos de capitales. Es en este escenario que se necesitará de un segundo tipo de política económica, más convencional, que ESTIMULE el gasto agregado, sobre todo interno, para  impulsar a la economía a recobrar sus condiciones de normalidad, es decir, crecer de acuerdo a su potencial. Esto no será tarea fácil puesto que desde 2014 venimos experimentando déficit de demanda que nos ha hecho crecer debajo del potencial. El gobierno a anunciado un “estímulo” fiscal equivalente al 12%PBI. Considero que ese gasto de 12%PBI deberíamos dividirlo en su componente ALIVIO y su componente ESTÍMULO. No todo es estímulo. Con cálculos preliminares, considero que más del 50% del gasto es para reparación de daños;  el resto deberá gastarse en aquello que tiene un alto efecto multiplicador como la inversión en infraestructura pero cuidando la calidad del gasto.  La política monetaria tendrá que ser más expansiva innovando en los mecanismos para llevarla a cabo ya que una fuerte incertidumbre debilita el mecanismo de la tasa de interés. No hablo de reformas estructurales porque el tiempo de gobierno no da para eso. El 2020-2021 no luce bien.

RECESIÓN Y ESTANFLACIÓN: EL CASO PERUANO

JORGE GONZALEZ IZQUIERDO UNIVERSIDAD DEL PACIFICO Últimamente ha renacido en el mundo y en el Perú el temor de caer en recesión y sobre ...